@diós, reforma, @diós

 

Todos tenemos claro, como nuestro psiquismo acusa, que vivimos en un mundo que evoluciona trepidantemente al son de los ritmos tecno-económicos globalizantes, y cada vez son menos los que dudan de que ya hemos cambiado de era, estamos en la era de la información, en la era Internet, portadora y a la vez modeladora de una nueva cultura sustantivamente distinta de la que nos arropaba hace un par de décadas.

Los ordenadores, enlazados en redes locales y mundiales, no sólo permiten procesar todo tipo de datos con rapidez y eficacia, sino que además nos acercan un inmenso caudal de información de todo tipo y nos proporcionan fabulosos canales de comunicación interpersonal -síncrona y asíncrona- que trastocan la dinámica habitual de casi todas nuestras actividades. Los prefijos "tele" y "electrónico" junto con la expresión "a través de Internet" se convierten en un sello que aparece en casi todas ellas; a la veterana televisión y a las genéricas telecomunicaciones se añaden ahora: teletrabajo, telebanco, teleinformación (a través de internet: portales, espacios web), teletrámites (fiscales, académicos), telecomercio (comercio electrónico a través de Internet), correo electrónico, chats (conversaciones a través de Internet), telecontrol, teleformación...

En la mayoría de estas actividades, la entrada de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) en el marco de este nuevo orden económico y cultural de la sociedad de la información suponen no solamente la reorganización de los espacios y el trazado de nuevas infraestructuras que permitan ubicar operativamente las nuevas máquinas, sino que además origina unas continuas necesidades de formación y, sobre todo, una profunda transformación en la organización de las tareas, los sistemas y los procesos de trabajo.

Ante esta situación, nuestro Sistema Educativo, la Reforma, pergeñada mucho antes de que Internet saliera a la luz pública, con más o menos parches para evitar o disimular la ruptura (formativa y de justicia social) en la mal resuelta etapa 12-16 años, sigue orientando el quehacer formativo de las nuevas generaciones. Hemos visto como las nuevas tecnologías han ido entrando en los centros, hemos visto como se han desarrollado planes de formación para el profesorado, hemos visto como se han incluido más o menos tímidamente en los currícula…, pero no hemos visto, en el 99% de los centros, una verdadera transformación de sus estructuras organizativas ni de sus metodologías de trabajo. Y esto a pesar de que pronto los ordenadores e Internet estarán también en casi todos los hogares.

Me pregunto si no deberíamos ir pensando en diseñar un nuevo Sistema Educativo acorde con la era Internet, un nuevo Sistema Educativo en el que respetando lo que va bien busquemos -aprovechando las ayudas tecnológicas- nuevas soluciones a los graves problemas actuales, que contemple tempranamente el uso de los nuevos canales formativos virtuales (mundiales, descentralizados) integrándolos en el currículum escolar, que contemple la realización de créditos en otros escenarios virtuales y reales ajenos a la escuela (en casa, en los centros de barrio y otras instituciones ciudadanas) atendiendo a las características de cada estudiante y sin olvidar los aspectos socializadores, que prevea al menos una estancia en el extranjero para todos los alumnos antes de terminar la escolaridad obligatoria, que considere la utilización habitual de los innumerables recursos informativos, instructivos y comunicativos disponibles en Internet, que contemple el tratamiento de la diversidad ofreciendo múltiples vías para lograr el desarrollo personal y las capacidades que la sociedad de la información demanda…

No podemos estar cambiando continuamente de Sistema Educativo, pero tampoco podemos empecinarnos en mantener lo que está caduco y no es capaz de lograr los objetivos para los que fue diseñado, por ejemplo: una educación suficiente (y no digo igual) para todos hasta los 16 años.

Pere Marquès, 1999

Editorial en la revista "Comunicación y Pedagogía" (nº 166)

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